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Es probable que si has llegado hasta aquí sea porque sientas que algo no va bien en ti y necesitas ayuda, o puede que estés aquí por otros motivos, de cualquier forma voy a explicarte cuándo es una buena decisión acudir a terapia.

Normalmente  las personas suelen acudir al médico cuando se encuentran mal físicamente, e incluso se cuidan para prevenir enfermedades  pero no suele ocurrir lo mismo cuando el malestar tiene que ver con nuestra salud mental. Hoy en día aún hay personas que sienten reticencias para acudir a psicoterapia, cuando lo común sería cuidar tanto nuestro cuerpo como nuestra mente ya que ambos constituyen nuestro ser.
Realmente hay circunstancias en las que las personas somos conscientes que necesitamos ayuda psicológica , esto suele ocurrir cuando experimentamos síntomas que debido a su grado de  intensidad o a su naturaleza pueden asustarnos. También ocurre cuando estos interfieren en el desarrollo de nuestra vida cotidiana  . Por ejemplo en  los trastornos de ansiedad, como la agorafobia o pánico, los síntomas son tan intensos y desagradables que las personas que los sufren se sienten desbordadas  por ellos y luchar o huir  contra estos síntomas se convierte en el objetivo principal de sus vidas, dejando en un segundo plano lo que para ellas es realmente importante, como puede ser familia, trabajo o aficiones. Igual ocurre con  los trastornos del estado de ánimo, por ejemplo en la depresión  la tristeza puede ser tan intensa e inundarnos de tal forma que nos deja sin energía para  llevar a cabo las tareas de nuestro día a día. En los trastornos obsesivos suelen ser los pensamientos los que nos invaden generandonos un elevado nivel de angustia y malestar y la vida se nos va en intentar luchar contra ellos. En estos casos plantearse acudir a terapia puede estar tan normalizado  como ir al hospital si nos quebramos una pierna o si sentimos un dolor agudo. Puedes consultar  más síntomas o trastornos por los que las personas suelen acudir a terapia pinchando aquí. 
Existen otras circunstancias en las cuales no detectamos ningún síntoma concreto,  siendo nuestra pareja, algún familiar o amigo  el que nos advierte que no nos ve bien. Incluso puede que  seas tú el que te des cuenta que algo  anda  mal, aunque no seas capaz de explicar qué es lo que realmente te ocurre. Algunos ejemplos serían sentirse más  irritable de la cuenta, más cansado, más enfadado, aturdido o disperso. También puede ser experimentar síntomas físicos no asociados a ninguna alteración orgánica como dolores frecuentes de cabeza, de estómago o musculares. En otras ocasiones puede ser la sensación de no ser capaz de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Normalmente cuando sentimos que algo anda mal en nuestro cuerpo pero no sabemos exactamente qué es, acudimos al centro de salud y solicitamos un chequeo médico. Sin embargo cuando se trata de nuestra salud mental dudamos si acudir al psicólogo o le quitamos importancia pensando que solo se pasará. Es cierto que en algunas ocasiones este malestar puede remitir por sí solo, pero  la mayoría de las veces lo que ocurre es que no desaparece y si se prolonga en el tiempo puede terminar empeorando y/o afectando a  otras áreas de nuestra vida. 

Decidir acudir a terapia puede estar motivado en otras ocasiones  por la intuición de que a pesar de que todo está bien, nuestra vida sería más plena  si fuésemos capaces de sacar lo mejor de nosotros y desapegarnos de aquello que nos impide expandir nuestro potencial. Siguiendo con el ejemplo del cuerpo  en este caso acudir a  terapia  sería como ir al gimnasio, algo muy de moda en estos días,  sin embargo en el ámbito de la salud mental aún nos queda un largo camino que recorrer, aunque cada vez son más las personas que se deciden por tener una vida más consciente, autentica,  plena y placentera. 

O tras circunstancias pueden ser el motivo de buscar ayuda psicológica pero estas serían las principales por las que yo lo recomiendo.

 Si aún así tienes alguna duda, puedes contactar conmigo aquí estaré encantada de poderte ayudar.


 

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